LA RENDICIÃN
Estaba el mar picado. Una sucesión de espuma saltarina invitaba a sumergirse y liberarse de ese sol abrasador de la Polinesia samoana. En cuanto de zambullÃa entre las olas, empezó a alejarse de la costa con una sospechosa facilidad.
Cuando quiso volver, una poderosa corriente le arrastraba hacia aquel inmenso y desconocido azul del PacÃfico. Forcejea. Jadea. Se agota. Hace señas a lo lejos. Desde la playa, ya lejana, un solitario turista responde a los supuestos saludos.
El abismo de la soledad se abre ante él; después, la desesperación de la impotencia y un súbito terror repleto de imágenes de ahogados.
Rendido a la evidencia, se deja arrastrar mas adentro, aferrado a la esperanza de llegar a otra isla, de que pase una canoa lugareña, de que suceda el improbable milagroâ¦
Desfila su vida, al tiempo que las fuerzas le abandonan.
Han pasado varios minutos, ¿varias horas?, y la corriente circular empieza a devolverle hacia la orilla. Darse cuenta le dio fuerzas para nadar con calma en su sentido.